Por Radhamés Pérez
Su ejemplo perdura hoy y nos alienta en el empeño político diario por alcanzar un gobierno honesto, que trabaje por el bienestar de la gente y por la edificación de una sociedad justa, solidaria y profundamente democrática.
Hoy, 21 de diciembre, se cumplen 47 años del vil asesinato de Manolo Tavárez Justo y un grupo de sus compañeros de armas e ideales.
Alzados en armas el 28 de noviembre del 1963 contra los golpistas que depusieron el gobierno democrático del profesor Juan Bosch, los hombres del Movimiento Revolucionario “14 de Junio” buscaban restablecer la institucionalidad quebrada y la Constitución que le sostenía con sentido democrático y legitimidad jurídica.
Compuesto por 6 frentes guerrilleros, la insurgencia del “MR-1J4” expresaba más determinación de lucha política, patriotismo y dignidad, que capacidad militar para derrocar a los golpistas respaldados por EE.UU., la cúpula eclesiástica oficial y los grandes empresarios y propietarios de tierra de la sociedad dominicana de entonces.
El asesinato a mansalva de Manolo y quienes les acompañaron al deponer las armas bajo la creencia de que sus vidas serian respetadas, agudizo las internas en el corrupto y criminal gobierno del “Triunvirato”, generando la renuncia de Emilio de los Santos, presidente de facto, y el ascenso a un nivel protagónico de primer orden del corrupto de siempre Donald Read Cabral.
La historia aun no ha colocado en su merecido lugar a militares y políticos, aun vivos, comprometidos con este horrendo hecho, lo cual ha sido posible por el predominio de gobiernos tan criminales y corruptos como el propio “Trinvirato” y una visión y practica gubernamentales consonas con los valores esenciales del trujillismo.
Jamás podremos alcanzar una sociedad justa y humana sin esclarecer plenamente nuestro aun reciente pasado histórico y colocar en su lugar debido a verdugos y victimas, héroes y villanos.
Manolo fue inmenso frente a los torturadores en las cárceles de la dictadura de Trujillo; fue inmenso en la lucha por destrujillizar la sociedad a la caída de la dictadura y alcanzó la gloria y la eternidad al ofrendar su valiosa vida por la libertad de su pueblo.
Su ejemplo perdura hoy y nos alienta en el empeño político diario por alcanzar un gobierno honesto, que trabaje por el bienestar de la gente y por la edificación de una sociedad justa, solidaria y profundamente democrática.
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