Por Fidelio Despradel
Me da trabajo expresar mi idea central. Con los últimos gobiernos del doctor Leonel Fernández, los problemas del país traspasaron el umbral que conduce irremisiblemente al desastre. Siendo justo, no son sólo los gobiernos del doctor Fernández. En distinta proporción, lo son también los anteriores y las cúpulas que dominan la vida política, social y económica del país.
Se requiere un nuevo modelo que coloque la producción, la agropecuaria, la industria y la educación y la salud ciudadanas en el centro; una constelación de funcionarios probos que, apoyados en un gobierno de muñeca dura, los apoye para aplicar leyes, disposiciones y plan de desarrollo; reglas claras a la inversión extranjera y freno a la entrega de nuestras riquezas naturales; un gobierno que reconstruya desde la raíz lo relacionado a la seguridad ciudadana, que imponga la ley y envíe señales claras de que no habrá ni “una sola” vaca sagrada; que se atreva a revisar todos los préstamos y a poner bajo rejas a todo funcionario que haya hecho uso doloso de cualquiera de ellos; se necesitan disposiciones firmes de apoyo con asesoramiento, préstamos blandos, mercados a todas y cada una de las disposiciones que conlleve la reprogramación de la producción agropecuaria, industrial y artesanal, para que el país incremente sustancialmente las exportaciones y el consumo interno de la producción nacional.
Poner bajo rejas a cualquier funcionario, civil o militar que contravenga cualquier aspecto de los que nos hemos comprometido frente al pueblo a aplicar para cambiar el rumbo del país, sin importar procedencia social o partidaria.
Que el país deje atrás el descreimiento; que los jóvenes y mujeres vuelvan a confiar en que la política es la más sublime de las actividades humanas, y que un gobierno honesto, de mano dura e irrestricto en la aplicación de las leyes y las promesas y acuerdos contraídos con los distintos sectores de la ciudadanía, es el que está ejerciendo el poder desde el Palacio Nacional. Se necesita un gobierno que busque la concertación, pero que no le tiemble el pulso para denunciar a las cúpulas sociales o políticas, a los demás poderes del Estado, a embajadas y organismos e inversionistas internacionales, si éstos se comportan de forma que lesione los intereses y la majestad de la Nación Dominicana.
A esta grandeza es que me refiero. Contraria, por el vértice, a la mediocridad, a la genuflexión, a la conciliación y a las componendas con los poderes facticos, sean cuales fueren.
Y esa grandeza hay que empezarla a demostrar desde hoy, en la direccionalidad y tono de nuestras palabras y discursos y en los pasos prácticos que acompañen a éstos.
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