30/4/12

El otro país

Por Chiqui Vicioso 

Marido de agua inmigrante el Sur, escarmienta de visitas esporádicas, reviste su soledad de rocosa apatía, cactus para no dejarse herir, para esconder la cicatriz guazábara. Una mujer con sombrero arrea mis esperanzas sobre el maíz, sonríe sin asumir respuestas a este sol que nunca tuvo infancia.

Sur, desde las Matas de Farfan y San Juan vengo subiendo, o bajando hacia la capital, en cada provincia unos días, para conversar con la insólita dominicanidad que mora en esa otra Republica Dominicana.

Es la gente honrada, que trabaja y que te extiende generosa lo poco que tiene, la que te invita a pasar a su casa….

Observando la austeridad en que viven, donde no faltan laticas con flores en sus terracitas y patios, me pregunto cómo pueden sus diputados y senadores comerciar con la vida de esta gente, con sus aspiraciones, con sus sueños. Cómo pueden ser tan despiadados aquellos que, conociendo la miseria, se convierten en mercenarios y en Santo Domingo gastan millones en botellas de vino y champaña y se construyen palacetes que algún día hemos de convertir en pensiones para becarios precisamente del Sur, niños y niñas que vendrán de todo el país a educarse.

¡Déjalos que construyan! Me dicen mis amigos poetas, ya con una lista de las mansiones que utilizaremos como infraestructura para alojar a estos desnutridos muchachitos y muchachitas que hoy no tienen posibilidad de salir de sus campos a continuar sus estudios. Déjalos que inviertan, es peor que luego se lleven el dinero y se instalen en París, o en Madrid, o en Miami y por allá se dediquen a cazar elefantes vegetarianos.

¡Qué lejos estamos los y las poetas de estos mundos! Si nos acercáramos, evidenciaríamos la futilidad de nuestras pretensiones y debates, a mil años de oscuridad de este sol que nunca tuvo infancia. Ellos y ellas no saben quiénes somos, y con razón, porque nuestra palabra no abona sus sueños de redención, no riega las ilusiones con que se levantan cada mañana en el chin de país que les han dejado los y las políticas tradicionales.

Son profesores y profesoras, médicos, abogados, comunicadores, comerciantes, el país del trabajo, gente que ahorra toda la vida para comprarse un pequeño apartamento, para vestir con decencia, para comprarse un libro. Gente que desconfía de la retórica.

¿Vicioso? ¿Usted es Luchy? No, soy su prima. Ah… Hay que cantar, porque es lo que el pueblo recuerda, la música, hay que devolverle a la poesía el canto de los juglares, ahora que luchamos por una Alianza, donde se aúnen el Sur, Este, Norte, y Oeste en un solo país, un solo aguacero que cuartee una tierra hasta ahora solo humedecida por las lagrimas.

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