Por Radhamés Pérez
El 25 de noviembre del 1960 fueron asesinadas las dominicanas Minerva, Maria Teresa y Patria Mirabal en la Provincia Puerto Plata, al regresar a sus hogares después de haber visitados a Manolo Tavárez Justo y Leandro Guzmán, esposos respectivos de las dos primeras y presos desde enero del mismo año por su oposición al tirano Rafael Trujillo. Rufino de la Cruz, quien les acompaño en el viaje como chofer del vehiculo, también fue asesinado.
Las Mirabal, de manera preponderante Minerva, eran parte del movimiento de resistencia anti-trujillista que bajo el liderazgo de Manolo Tavárez se fundó el 10 de enero del 1060 en Mao, Valverde, y que en honor a los expedicionarios de Junio de 1959 se denominaba Movimiento Clandestino “14 de Junio”.
Este asesinato múltiple, ejecutado por un comando del Servicio de Inteligencia Militar (SIM) integrado por Ciriaco de la Rosa, Ramón Emilio Rojas, Alfonso Cruz Valerio y Emilio Estrada Malleta, y dirigido por el Capitán Alicino Peña Rivera jefe del SIM en el Norte, evidenció la naturaleza criminal del régimen que encarnaba de Rafael Trujillo, como también puso en evidencia la desesperación y decadencia en que se encontraba dicho régimen. Al momento del crimen, Joaquín Balaguer ejercía la Presidencia de la República.
Aun siendo uno en una larga cadena de crímenes cometidos por la Dictadura, el hecho de las victimas ser mujeres le confirió un sentido particular y una dimensión extraordinaria.
De ahí resulta comprensible el impacto y conmoción nacional e internacional que ésta muerte generó.
El asesinato de las Mirabal agudizó las contradicciones políticas y económicas que ahogaban la decrépita dictadura de Trujillo, activando la oposición incluso de sectores de oligarquía tradicional vinculados políticamente a EE. UU.
A esto se sumó la repulsa y el aislamiento internacional de la dictadura. La Organización de Estados Americanos (OEA) suspendió a República Dominicana como estado miembro y le sometió a duras sanciones económicas y diplomáticas.
Es en este contexto que el 30 de mayo de 1961 se produjo la muerte violenta de Trujillo, acción ejecutada por un grupo cívico-militar proveniente de la misma fila de la dictadura.
A 50 años de su desaparición física, la presencia de “las mariposas de Salcedo” es real en la sociedad. Son una referencia de patriotismo, dignidad y lucha. Un ejemplo de autenticidad y verticalidad, valores positivos estos por cierto muy escasos entre la clase política nacional.
Pero también, en este 50 Aniversario la sociedad asiste a un serio intento por parte de descendientes, beneficiarios y seguidores de la dictadura, por validarla, limpiar su rostro de muerte y de terror y así falsificar la historia.
Contemos y preservemos, sujeto a la verdad, nuestra historia, para que no continúen siendo sus falsificadores y sus verdugos los que la den a conocer a las futuras generaciones de dominicanos.
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