Guillermo Moreno
En una reproducción reciente, en la prensa local, de The Washington Spot Journal, figura un artículo del analista Justin Labart, en el que plantea que;
“las empresas de E.U. y el mismo presidente Barack Obama están apostando a los consumidores extranjeros en momentos en que los estadounidenses se aprietan el cinturón”.
Y continúa expresando:
“En su discurso del Estado de la Unión, el presidente Obama fijó el objetivo de duplicar las exportaciones estadounidenses en los próximos cinco años, lo que según el mandatario crearía dos millones de empleos”.
Es decir, la estrategia norteamericana consiste en: Inducir en la economía mundial, el consumo de sus mercancías, y para ello impulsa sus exportaciones. Como es deducible, el aumento de éstas implica a su vez generación de empleo y consecuentemente crean condiciones para aumentar la capacidad de consumo interno.
Al mismo tiempo, han flexibilizado las políticas de préstamos de los organismos internacionales, especialmente a países como el nuestro, para ponernos “plata” en las manos para que podamos comprarles sus mercancías.
Aquí está planteado el gran dilema de nuestro presente y futuro inmediato como país. O nos convertimos en consumidores y salvamos la economía de los EU o impulsamos nuestra producción interna de bienes y servicios para alcanzar el desarrollo nacional.
O dicho de un modo mas directo: Tenemos que elegir entre convertirnos en consumidores o fundar nuestro desarrollo en aumentar nuestra capacidad de producir riquezas y consecuentemente generar empleo, exportar y ampliar nuestro mercado interno.
Al leer las consideraciones hechas por el antes citado analista Labart, sobre la estrategia que impulsa el Estado norteamericano, no pude más que sentir indignación por la irresponsabilidad con que actúa el liderazgo político dominicano, actualmente aposentado en el Poder Ejecutivo y el Congreso Nacional dominicanos.
Mas allá de la demagogia, las promesas y los discursos, lo cierto es que ese liderazgo todo lo que hace es contrario a lo que pudiera ser una estrategia o plan de desarrollo nacional sustentable.
Unos cuantos indicadores de su comportamiento ponen de manifiesto que siguen la mejor estrategia para hacer colapsar el país.
Endeudamiento progresivo, al punto que cuarenta de cada cien pesos del presupuesto, se destinan al pago de la deuda externa, con el consecuente sacrificio de la inversión social y el aumento de la inequidad social. Ese dinero se utiliza en campañas políticas y obras no prioritarias pero que dejan pingues beneficios a sus promotores.
Abandono del aparato productivo a su propia suerte; cada vez consumimos más bienes que no producimos, con el consecuente cierre de empresas, aumento del desempleo y de nuestra dependencia.
El Estado ni es austero ni tiene políticas de ahorro público; predomina el dispendio, los salarios de lujo en los altos funcionarios y la corrupción más descarada; en su mayoría, las inversiones públicas se hacen para obtener beneficios personales o de grupo, en ausencia de un plan de desarrollo nacional.
Creciente debilidad de las instituciones, irrespeto generalizado de la ley.
Participación de importantes segmentos de instituciones de seguridad del Estado y altos funcionarios civiles en actividades vinculadas al narcotráfico y lavado de activo;
Ausencia de seguridad pública y jurídica.
Estamos pues ante un liderazgo político sin autoridad moral y medularmente irresponsable, que en aras de sus particulares intereses no le importa comprometer, como lo hace, el presente y futuro del país.
Para todo dominicano/a sensato, es clara la necesidad de un nuevo liderazgo político, con compromiso social, unificado en una propuesta de país y dispuesto a impulsar una estrategia de desarrollo nacional sustentable.
El momento nos exige dar la cara por el país. No perdamos el tiempo.
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