7/10/09

La “reforma” Constitucional





Guillermo Moreno

¿Cómo se conocerá la Constitución que resulte del proceso de reforma en curso? ¿Como la Constitución de Leonel y de Miguel por ser quienes impusieron su contenido? ¿Como la Constitución de la renuncia porque la mayoría de los asambleístas le entregaron su soberanía a los nuevos dueños de sus partidos?

Pienso que por economía del lenguaje terminaremos resumiendo todo esto en una expresión: la Constitución de la vergüenza.

En nuestra evolución constitucional, en otros momentos, encontramos textos vergonzosos. Por ejemplo el artículo 210, de la primera Constitución, impuesto por Pedro Santana luego de rodear con su ejército a los constituyentes en la Villa de San Cristóbal. Vergonzosas fueron las constituciones de Buenaventura Báez y de la tiranía de Trujillo. También las constituciones mediatizadas luego de las dos intervenciones militares que padecimos en el siglo XX.

La ciudadanía no se siente representada en el texto de esta nueva Constitución y no hay un solo asambleísta orgulloso de su “obra”.

Estamos ante un caso insólito: La nueva constitución va a ser votada y promulgada y sin embargo nace ilegítima.

El proceso de reforma constitucional, después del pacto Leonel-Miguel, y sobre todo, en el proceso de segunda lectura, ha dejado en claro que en el seno de la nación coexisten dos proyectos de República Dominicana.

La Constitución que va a ser promulgada es la Constitución de la minoría que se ha adueñado de los poderes públicos y los ha puesto al servicio de sus intereses.

Es la constitución de una mayoría de asambleístas que no tienen patria en su corazón, ni compromiso con el bienestar de nuestro pueblo, ni convicciones democráticas, sino que usan la República para su propio beneficio e intereses mezquinos.

En esa Constitución está sintetizada la República de Leonel y de Miguel.

Lo más importante ha sido, que en medio de todo este proceso, nos hemos encontrado con otra República Dominicana, en gestación.

Es la república ciudadana, democrática, solidaria, participativa, en fin, alternativa a la de Leonel y a la de Miguel.

Esa otra República está pujando y a gritos presiona por nacer.

La República ciudadana se presenta hoy como un conjunto de sectores movilizados: mujeres, jóvenes, ambientalistas, activistas sociales, pobladores, comunidades, incluyendo a franjas de las bases de los partidos tradicionales.

Ninguno de estos sectores puede esperar algo distinto a lo hecho con la Constitución por aquellos que han convertido el país en este gran desorden, corrupción, inseguridad y desigualdad.

A los que nos sentimos parte de esa República nueva, en gestación, nos corresponde profundizar la educación y conciencia crítica en la ciudadanía. Tenemos que promover el compromiso y la toma de partido entre ser cómplice de tanta indignidad o luchar contra ello.

El momento demanda que todos los sectores donde germina esta República nueva, nos articulemos, con identidad propia, y actuemos de forma independiente de los responsables del actual estado de cosas.

Estamos retados a construirnos en ruptura con las prácticas políticas corruptas y clientelistas que han prohijado la actual situación..

Urge en el escenario nacional un nuevo liderazgo político: democrático, capaz, con compromiso social y profundo amor patrio.

Es necesario constituir estas ideas y propósitos en una nueva mayoría política. Si todos los sectores movilizados se articulan, actúan con independencia y le dan direccionalidad política a las energías acumuladas, no hay por qué preocuparse por esa “constitución de la vergüenza”. Más temprano que tarde el pueblo dominicano, constituido en Asamblea Constituyente, la va a derogar y les pasará por encima a sus autores. Así lo hizo nuestro pueblo al votar la Constitución de Moca de 1858, o la constitución de 1865 luego de la guerra de la restauración, y sobre todo, en la constitución de 1963, bajo el liderazgo de Juan Bosch.

La solución a la problemática nacional, no está en lo que hagan esos asambleístas y sus jefes políticos. Los conocemos y sabemos los propósitos que los mueven. La posibilidad de enderezar el rumbo depende de cuánto estamos dispuestos a comprometernos los que nos identificamos en esa nueva República Dominicana, que está por nacer.

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